Los trasplantes de órganos se han perfeccionado con el tiempo, y ya son intervenciones habituales, de mayor o menor complejidad de acuerdo a cuál sea el o los órganos trasplantados. Sin embargo, hay un aspecto que no es suficientemente conocido y que vamos a explicar ahora, el cual es que, junto con el órgano trasplantado, también lo hace su propia energía. Así nos encontramos con casos llamativos, en los que el receptor de un órgano cambia sus emociones, sus preferencias o sus gustos luego de la intervención. Siempre es mayor la demanda que la oferta de órganos para ser trasplantados. Y esto genera varios conflictos: El primero, es la aparición de un mercado negro de órganos, donde éste se consigue a un precio muy alto, y con un origen ilícito. Pero hay un aspecto adicional, que es la falta de cuidado respecto a las energías propias del donante. Aclaremos ese punto: Hay sobrados ejemplos de receptores de órganos, que luego del trasplante cambiaron sus hábitos, gustos y preferencias. Así, hay pacientes que gustaban de un tipo de comida y lo cambiaron por otro. O un gusto musical que cambió, o un hobby, o alguna preferencia. Y en todos esos casos, las nuevas aptitudes o preferencias de esos pacientes trasplantados coincidían en un 100% con las de los donantes de los órganos recibidos…! (donantes cadavéricos que ellos, por supuesto, nunca conocieron). Se puede verificar online la existencia de infinidad de estos casos para los cuales la ciencia, una vez más, no tiene explicación alguna. Y ahora sí la cuestión: si sabemos que, con el órgano recibido por el paciente trasplantado, vinieron también sus energías relacionadas con gustos, preferencias o hobbies del donante. ¿Qué ocurre con sus cualidades energéticas relacionadas con la moralidad…? No hay publicadas aún experiencias personales al respecto, ni mucho menos experiencias relatadas por científicos. Pero el punto planteado es válido, y llegará el momento en que se hará este cuestionamiento: si para un trasplante se verifica minuciosamente que el donante y el receptor del órgano sean físicamente compatibles, qué pasa con la compatibilidad moral o energética…? O dicho de otro modo: si se sabe que el donante transmite junto con el órgano donado energías relacionadas con sus gustos y preferencias, que pasa con su grado de moralidad, que también es energía…? Este planteo nos retrotrae necesariamente a la novela de Mary Shelley “Frankenstein, o el moderno Prometeo”. En esta obra maestra, el cerebro que se implanta en la criatura es el de un asesino, con todas las consecuencias que ello implica… Habrá que estar atentos a que se publiquen en el futuro experiencias personales en relación a este punto, para poder así deducir un patrón al respecto. Porque no sería éste el primer caso en el que la realidad supera a la ficción. Criogenia: Aunque su verdadero nombre es criónica o crio-preservación, popularmente se conoce como criogenia a la preservación a temperaturas muy bajas de cuerpos físicos de personas o animales recién fallecidos. Y así, quedan a la espera de que la ciencia futura obtenga la cura de aquellas enfermedades que hayan sido la causa del fallecimiento. No vamos a detallar ni los procesos ni las técnicas utilizadas. Pero sí vamos a explicar por qué la criogenia es un sinsentido, solo atribuible al excesivo apego a la vida física por parte de los pacientes, y al excesivo afán de lucro de las compañías comerciales dedicadas a este negocio. Ya hemos analizado con profundidad en capítulos anteriores que el ser humano no es sólo un cuerpo físico, sino que además está compuesto por un cuerpo astral, energía o alma, y un cuerpo espiritual, mente o espíritu. Y analizamos también que la muerte física irreversible se produce sólo cuando se corta el cordón de plata, o sea el nexo de unión energético entre cuerpo y espíritu. El materialismo de la ciencia actual atribuye los procesos mentales al cerebro, dando por sentado que la mente es una función del cerebro. Por esa causa da por descontado también que, si se preserva el cerebro de un fallecido, se preserva también su función mental. Craso error…! Ya analizamos también por qué la realidad es exactamente la inversa: la mente utiliza y se vale del cerebro (y a través de éste del cuerpo físico), para interactuar en el plano físico. Y cuando ocurre el fallecimiento, la separación entre la mente y el cerebro, al cortarse el Cordón de Plata, es absolutamente irreversible. Preservar entonces al cuerpo físico de un fallecido mediante la criogenia es inútil, porque no existe posibilidad alguna de retorno de la muerte física. Aunque sí que es un excelente negocio para los que ofrecen el servicio…
"Una sola consulta va a significar para ti un
antes y un después en tu calidad de vida"
Ricardo Carrera