La etimología de “aristocracia” es “el gobierno de los mejores”. Pero el concepto de “mejores”, ha cambiado enormemente a través de los tiempos. Vamos a analizarlo: Comencemos explicando lo que fue la aristocracia para los Antiguos. Y aclaro que utilizo el término “Antiguos”, para referirse a las civilizaciones anteriores a la griega, la egipcia, la azteca y las de Oriente Medio. Simplificando, podríamos resumir este concepto de Antiguos, en referencia directa a los habitantes de la Atlántida, o sea los Atlantes. Los Antiguos tenían su propia aristocracia, formada por patriarcas y ancianos. Ellos eran sin duda alguna “los mejores”, porque habían acumulado sabiduría y estaban así en condiciones de conducir y de decidir qué era lo mejor para su gente. Esos primeros aristócratas, lo eran entonces por su sabiduría: tenían el conocimiento y lo aplicaban de un modo moral. Pero pasó el tiempo, y comenzaron los enfrentamientos entre civilizaciones vecinas. Aparece así una nueva aristocracia, por la necesidad de que cada pueblo fuera protegido de los ataques enemigos: los mejores pasaron a ser entonces los jefes militares de cada civilización. Y estando ahora el poder en manos de militares, no necesariamente se comportaron de un modo moral. Empezaron a acumular privilegios personales en función de sus jerarquías. Esos nuevos aristócratas, pasaron a serlo por su fuerza, ya no por su sabiduría. Pero siguió pasando el tiempo, y sus prebendas personales eran tantas, que privilegiaron el pasarlas a sus propios hijos y familiares. Nace entonces otro nuevo concepto de aristocracia: la de los reyes, y su aristocracia hereditaria. El poder heredado, les permitía hacer sus propias Leyes, estando ellos mismos (y sus familias, por supuesto) por encima de ellas. Nace así el concepto de “poder divino”, de origen natural, y para su propia descendencia. Inalcanzable entonces para los demás, para la plebe. Quedaba de este modo garantizada la continuidad de los privilegios en el tiempo, para el rey, para su familia y para sus descendientes. Este esquema de aristocracia continuó en el tiempo con muy pocas modificaciones, hasta la Revolución Francesa. Desde allí y sus posteriores repiques en otros países, son abolidos los privilegios de sangre o de castas. Nace entonces otra nueva aristocracia, que es la de los más acaudalados: la aristocracia del dinero. Que con fachadas más o menos “democráticas”, y amparados en el lema de la Revolución Francesa: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, pasaron a manejar económicamente el poder, por encima de los poderes visibles de los países. Verdadero poder, por detrás del poder… Este sistema funcionó hasta mediados del Siglo XX, dominando esta aristocracia del dinero, a gobiernos, a empresas, y medios de comunicación. Es la aristocracia que colaboraba siempre con ambos bandos en las guerras, y así, ganará el bando que ganara, ellos ganaban siempre. Y desde mediados del siglo XX en adelante, empieza a vislumbrarse una nueva aristocracia: la aristocracia de la inteligencia. El desarrollo de la Web, de la Internet, y de las comunicaciones en general, permitió que la información se encuentre al alcance de cualquiera, en forma casi instantánea. Ya no es suficiente el dinero para controlar o manejar a la plebe. Es cada vez más difícil mentir, y por eso se conoce a este período actual, como el de “la caída de las máscaras”. Los nuevos aristócratas ya no son entonces los que más dinero tienen, sino los más inteligentes, los genios, los más brillantes en lo suyo y los que tienen más conocimientos. En este estadio se encuentra la Humanidad, en los actuales tiempos de comienzos del Siglo XXI. Y ahora sí: para completar el ciclo, culminarlo y volver al inicio, debemos agregar a la actual aristocracia de la inteligencia, el concepto de moralidad. Vamos a explicarlo: A las personas brillantes en lo suyo, a los mejores, con más conocimiento y que más se destacan por sobre los demás, se los llama “genios”. Y eso no está mal. Pero cuidado: porque también existen los “genios del mal”. Y en este último concepto de genios del mal, quedan englobados la casi totalidad de los actuales dirigentes políticos y empresariales que nos gobiernan. Cínicos, maquiavélicos, mentirosos, egoístas y gatopardistas, hablan del bien común, pero en realidad buscan siempre su propia conveniencia personal… Pero hemos entrado ya en la Era de Acuario, y una de sus características es esa “caída de las máscaras” de la que hablábamos. Por eso es cada vez más difícil engañar. Y esta condición innovadora, va a obligar a los nuevos dirigentes a incorporar a sus conocimientos el concepto de moralidad. Y ahora sí, conocimientos más moralidad, son los componentes de la sabiduría. O dicho de otro modo: el genio sabe mucho de algo, pero el sabio además de saber mucho, aplica ese conocimiento de un modo moral. Cerraremos así el ciclo de la evolución de las aristocracias, volviendo a ser conducidos por los más sabios. Nuevamente, el destino de la humanidad estará a cargo de los patriarcas y ancianos. Es solo cuestión de tiempo, y será en absoluto beneficio de la humanidad.

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Ricardo Carrera