El ser humano no es sólo un cuerpo físico, y ya en tiempos de Platón, en la Grecia antigua, se analizaron los distintos planos de existencia de los humanos. Platón utilizó varias veces en sus escritos, la figura de la alegoría. Una alegoría es una ficción en virtud de la cual algo representa o significa otra cosa diferente. Y con estos ejemplos, nos hace llegar información de un modo más entendible. Platón nos habla así del “mundo inteligible de las Ideas”, y del “mundo de los Sentidos”, o sea, del plano espiritual (recordemos que mente y espíritu son sinónimos), y del plano físico (Platón lo llamó sensible, en relación con el estar encerrado en el cuerpo físico, que percibe a través de sus sentidos físicos). De todas sus alegorías, vamos a analizar dos, la alegoría del Carro Alado, y la alegoría de la Caverna, por considerarlas las más significativas, en función del objeto de la presente obra. Alegoría del Carro Alado Esta alegoría de Platón compara al ser humano con un carro tirado por dos caballos alados. Platón nos señala también que ese carro tiene tres componentes bien diferenciados, que son el carro mismo, el auriga o chofer, y los caballos. Que el auriga conduce al conjunto, y los caballos le dan la energía. Y que un caballo es blanco y otro negro. El áuriga, a través de las riendas y haciendo uso de su libre albedrio, permite entonces que un caballo se imponga sobre el otro: el caballo blanco permite al carro elevarse, mientras que el caballo negro lo hace descender… Del mismo modo, el ser humano tiene tres componentes bien diferenciados, que son su cuerpo físico (equivalente al carro de la alegoría), su espíritu (cuerpo espiritual, mente o conciencia, recordemos que son sinónimos), y su cuerpo astral (vida, alma, ánima, soplo divino, espíritu santo, o periespíritu, son sinónimos también). Y así como el áuriga permite que se imponga el caballo blanco o el caballo negro mediante el uso de las riendas, Platón nos señala que esas riendas representan a los pensamientos, que, si son positivos o negativos, van a elevar o hacer descender al ser humano… Cuerpo Físico Nuestro cuerpo físico, es el que nos permite interactuar en el plano físico en el que estamos encarnados, a través de nuestros cinco sentidos físicos. Para simplificar y actualizar la alegoría del carro alado de Platón, vamos ahora a comparar al ser humano con un automóvil. Entonces, el cuerpo físico del ser humano sería en esta nueva analogía, la carrocería del automóvil. La construcción del automóvil en la automotriz, sería la gestación del bebe durante el embarazo. Que el chofer ingrese al automóvil para sacarlo de la automotriz, nos da la idea de encarnación del espíritu. El desgaste del automóvil, sería entonces el envejecimiento del cuerpo físico. Y finalmente, que el motor de ese automóvil ya no funcione, y que concluya la vida útil de ese automóvil sería entonces la muerte física del ser humano. Y es allí cuando el chofer lo abandona, para comprar un carro nuevo y comenzar otra vez el ciclo de vida útil. Y ese es el concepto de reencarnación… Cuerpo Astral El cuerpo astral de los seres humanos, también llamado vida, energía, alma, ánima, soplo divino, espíritu santo o periespíritu, es el nexo de unión entre un cuerpo espiritual y un cuerpo físico cuando ese espíritu se encuentra encarnado. También se lo conoce con el nombre de cordón de plata. En todos los casos, e independientemente del nombre que le demos, la existencia o no del cuerpo astral es lo que diferencia a un ser humano vivo, de un cadáver. Cuerpo Espiritual El cuerpo espiritual del ser humano, también llamado espíritu, mente o conciencia (son sinónimos), es el chofer del automóvil del ejemplo anterior. Una vez decidida la encarnación y elegido el cuerpo físico más apropiado para que pueda desarrollar sus actividades en el plano físico, se espera a que el automóvil esté en condiciones, para que el chofer suba a él. Esta es la idea de encarnación, que se da aproximadamente en el tercer mes de embarazo. El ser humano, entonces, no es solamente su cuerpo físico, sino que es principalmente su cuerpo espiritual. Que utiliza al cuerpo físico, para desenvolverse en este plano físico. Del mismo modo en que utilizamos los automóviles para transportarnos. Esta analogía nos muestra el concepto de reencarnación, que no es más que cambiar de automóvil, uno viejo por uno nuevo, cuando el automóvil viejo ya no nos sirve para trasladarnos. O cambiar nuestro guardarropa, descartando la ropa que está vieja, y vistiéndonos con ropa nueva. O, dicho de otro modo, si nos cortamos las uñas o el pelo, que son partes de nuestro cuerpo físico, no dejamos de ser quien somos. Eso es obvio… Pero si tenemos la desgracia de perder otras partes de nuestro cuerpo físico por el motivo que fuera, tampoco…! Y eso es así, porque somos el cuerpo espiritual encarnado en ese cuerpo físico. Pero no el cuerpo físico. En la desencarnación, o sea en el proceso de la muerte física, intervienen entonces nuestros tres cuerpos, que evolucionan de modos distintos. Al desencarnar, nuestro cuerpo físico se degrada, volviendo a formar parte de la Tierra. La misma Tierra que va a generar con sus nutrientes, la formación de nuevos cuerpos físicos en el futuro. Nuestro cuerpo astral se desvanece al cortarse el cordón de plata. La energía vuelve a su fuente universal, como una gota de agua volviendo al mar. Y el espíritu se eleva. Primero, a un plano intermedio y provisorio llamado bardo. Y luego a un plano espiritual ya definitivo, en el que se analiza los logros de esa última encarnación, y se determinan las tareas a seguir desarrollando en ese plano espiritual, colaborando con los seres queridos aún encarnados. Y en cuanto se considera oportuno, ya comienza a plantearse la siguiente encarnación de ese espíritu. Cuando un ser querido fallece, es muy común desearle “que descanse en paz”. Nada más alejado de la verdad…! Porque al fallecer va a continuar trabajando, sólo que va a hacerlo en el plano espiritual, como un espíritu desencarnado, o entidad espiritual, hasta que esté en condiciones de volver a encarnar para continuar con sus aprendizajes. Una vez aprobadas por el mismo espíritu las pruebas a las que va a ser sometido en la siguiente encarnación, ya comienza a plantearse el “cómo”. Eso significa el encontrar a la familia más apropiada para que ese espíritu encarne. Y también el lugar, la fecha y la hora de nacimiento. En general, las reencarnaciones se producen en el seno de la misma familia. Y eso permite a todos los integrantes el intercambio de roles, y así poder desarrollar experiencias complementarias. Sin dejar de recalcar que, si es conveniente para un mejor aprendizaje, el espíritu puede encarnar en otra familia más o menos evolucionada, de acuerdo al merecimiento propio de ese espíritu, y el aprendizaje que vaya a efectuar. Un caso especial, es el de aquellos espíritus que no encarnan para aprender, porque ya aprobaron todas las lecciones de esta vida humana, y ya son seres de luz. Encarnan para enseñar, para traernos un mensaje, o para permitir un salto positivo, un quiebre evolutivo en la humanidad. La encarnación de estos espíritus superiores siempre ha marcado puntos de inflexión en la historia de la humanidad. Moisés, nos trajo la Ley Mosaica y sus 10 mandamientos y pudo así la humanidad tener un primer ordenamiento legal. O el Cristo, que nos trajo el amor cristiano, y que cambió el vengativo “ojo por ojo y diente por diente” de la Ley Mosaica, por el amoroso “si te golpean una mejilla, pon la otra…”. O Allan Kardec, que organizó y editó mediante inspiración de sus espíritus guías, la monumental obra conocida como Doctrina Kardecista. En estos tres casos, la humanidad de cada una de esas épocas se benefició con un cambio radical y positivo en su nivel de vibración. Fue un verdadero salto evolutivo. En épocas de Moisés, se comenzó a organizar a la humanidad mediante las Tablas de la Ley, cuando era poco más que un rebaño de personas (estaban en la Era de Aries, o sea del carnero…). Con la aparición del Cristo, aparece un concepto totalmente revolucionario, el del amor cristiano (estaban ya en la Era de Piscis, y el Cristo era llamado justamente el “pescador de hombres”). Y desde mediados del Siglo XIX, aparece otro salto vibratorio en la humanidad, a través de las enseñanzas del Kardecismo. Esta vez, no fue un cambio representado por un profeta, sino que los espíritus guías comenzaron a manifestarse con sus enseñanzas a través de infinidad de médiums. Y así comenzó esta actual Era de Acuario. De acuerdo a esto, el espíritu nunca muere, sino que evoluciona permanentemente. Para poder dejar de encarnar primero, y para fundirse después en ese concepto etéreo de el Todo, y ser entonces Energía Pura… Alegoría de la Caverna En esta alegoría, Platón nos dice que, en una caverna, existe un grupo de prisioneros encadenados, de forma que sólo pueden ver la pared del fondo de la caverna, y les resulta imposible girar. Justo detrás de ellos, hay un muro, detrás del muro hay hombres circulando con diversos objetos que sobresalen por sobre el muro, y detrás de estos hombres (antes de la boca de la caverna), hay encendido un fuego. Y de este modo, los objetos que los hombres asoman por sobre el muro, proyectan debido al fuego una sombra, sobre la pared del fondo de la caverna. Y esa sombra es lo único que los prisioneros pueden ver. Los prisioneros entonces, solo conocen la sombra de los objetos. Pero, para ellos, esa sombra es el objeto…! Y sólo pueden considerar como cierta esa realidad que ellos ven, la sombra. No tienen entonces ni la menor idea de la existencia de los objetos que están detrás de ellos, y su realidad termina en la sombra de ellos. Supongamos ahora que un prisionero pudiera liberarse, girar y conocer a los verdaderos objetos, ya no a sus sombras. Saliendo de la caverna, y conociendo el Sol, el aire libre, los árboles, etc. Cuando vuelva a la caverna y cuente su experiencia a sus compañeros de prisión, estos se reirían de él, lo tratarían de loco, y hasta serían capaces de matarlo… Podemos cambiar a los prisioneros de esta alegoría, por los seres humanos, a las sombras por el plano físico, a los objetos por el plano espiritual, y al prisionero que escapa al mundo real y vuelve, por el iniciado que comienza a comprender lo que realmente es la espiritualidad, y quiere transmitir su conocimiento a quienes no están todavía en condiciones de recibirlo. Y esa alegoría entonces, representa la interacción entre los dos grandes planos, el físico y el espiritual.…

"Una sola consulta va a significar para ti un

antes y un después en tu calidad de vida"

Ricardo Carrera