Ya analizamos cómo y para qué se crea un espíritu, y también cómo evoluciona. Vamos a continuar este análisis…

Es común escuchar a adolescentes decir: “yo no elegí nacer en esta familia…!”, en recriminación a la educación que los padres quieren imponer. Error…! Porque en el 100 % de los casos, las encarnaciones son evaluadas, decididas y autorizadas por el propio espíritu que va a encarnar! Y recién cuando quedan bien en claro las pruebas a las que ese espíritu acepta someterse en su siguiente vida física, se elige la familia, el lugar y el momento exacto para el nacimiento. Ya vimos que, en general, las reencarnaciones se dan dentro de una misma familia, para que el abuelito fallecido pueda encarnar nuevamente, pero esta vez, por ejemplo, cómo nieto. Pero hay dos excepciones importantes a esta regla. Son en primer lugar los espíritus que, haciendo uso de su libre albedrío, deciden asumir más desafíos que el resto de su familia en su siguiente encarnación, o sea un número mayor de pruebas, para evolucionar más rápido. Y, en segundo lugar, los espíritus que deciden tener una encarnación más sosegada, y eligen así soportar menos pruebas. Para entender mejor este concepto, podemos hacer una perfecta analogía con los estudios universitarios: El estudiante universitario decide, antes de comenzar un ciclo lectivo, en cuantas materias va a anotarse ese año. Si lo normal es cursar en 5 años una carrera universitaria de 30 materias, el promedio de estudios debería ser de 6 materias por ciclo lectivo (6 x 5 = 30). De ese modo, los compañeros de estudio avanzan de un modo más o menos parejo, para llegar a recibirse juntos luego de completar sus carreras universitarias. Pero hay dos excepciones: La primera, la de los alumnos que deciden anotarse, por ejemplo, en 10 materias por año en lugar del promedio de 6 materias. Eso les significa tener que estudiar más, tener menos tiempo para la diversión, y, en general, tener que soportar un año lectivo más riguroso que el de sus compañeros. Ese alumno va a estudiar cada año materias en cursos más avanzados que los de sus antiguos compañeros, y va así a recibirse antes que ellos. ¿Cuáles son los perjuicios? Va a tener una carrera universitaria más exigente, va a tener que dedicar más tiempo al estudio y va a disfrutar menos de esparcimiento y diversión. ¿Y cuáles son los beneficios? Va a obtener antes su título universitario, y así beneficiarse antes también de los derechos que este título otorga: mejores trabajos y mejores remuneraciones. Y la segunda excepción, es la de aquellos alumnos que deciden anotarse en menos materias por año. Los beneficios de esta decisión son obvios: estos alumnos van a sobrellevar su carrera universitaria con menos esfuerzos, y van a tener así más tiempo para fiestas, diversión, y esparcimiento. Y son obvios también los perjuicios: van a recibir sus títulos universitarios después de que lo hagan el resto de sus antiguos compañeros de clases que estudiaron más que ellos. La decisión es absolutamente personal. O se estudia normalmente, como el grueso del curso. O se estudia más, privilegiando recibirse antes. O se estudia menos, privilegiando el tener una vida más fácil y tranquila. Exactamente igual a la evolución espiritual…! Por eso, el libre albedrío está presente en la toma de cada decisión, y nada queda entonces librado ni al azar, ni a decisiones de terceros. Una vez más: las pruebas que enfrentamos en cada encarnación, son autorizadas por nosotros mismos antes de encarnar. Es de hacer notar también, que el espíritu nunca muere. Cuando se produce la muerte física de un ser humano, se corta el lazo fluídico y energético que une ese cuerpo espiritual con el cuerpo físico. El cuerpo físico se degrada y vuelve a la tierra, y el espíritu se eleva al plano astral hasta su siguiente encarnación. Y este proceso de encarnaciones y desencarnaciones se repite indefinidamente, hasta que ese espíritu complete su aprendizaje en este plano físico, y dejé entonces de encarnar. Existe sin embargo una única y terrible excepción a esta regla que dice que un espíritu nunca muere, y es la potencia destructiva generada por la energía nuclear. Cuando explota una bomba nuclear, la energía generada es de tal magnitud que no sólo destruye los bienes materiales y mata a personas, animales y plantas (algo ya conocido), sino que su intensidad es tal, que destruye también a los espíritus de esas víctimas. Y así se pierden miles y miles de años de evolución de esos espíritus humanos. Y ahora sí, contestando a la pregunta del título de este capítulo: ¿Hasta cuando evolucionan los espíritus de los seres humanos…? La respuesta es simple: Hasta que se reciben…! Se reciben de qué? De ángeles, de seres de luz, de hermanos ascendidos, de energía pura, o de maestros. Podemos ponerles el nombre que queramos.

 

"Una sola consulta va a significar para ti un

antes y un después en tu calidad de vida"

Ricardo Carrera