El espíritu de los seres humanos es creado neutro, involuciona hasta conocer las peores bajezas humanas, y a partir de allí comienza una evolución que ya no va a tener vuelta atrás. Si en alguna reencarnación retrocede, es porque antes no había realmente avanzado. Porque cuando se aprueba una lección, o se adquiere un nivel de moralidad, volver hacia atrás es absolutamente imposible. Como en el ejemplo del estudiante, cuando aprueba una materia puede guardar los apuntes y libros de los que se valió para aprobarla, porque no va a necesitar estudiarlos nunca más. Y aquí entramos entonces al meollo de este tema de la evolución espiritual: ¡Que ni los ángeles nacen ángeles, ni los demonios mueren demonios…! Y que todos nosotros, demonios, seres humanos desde el menos hasta el más evolucionado, y ángeles, compartimos la misma escala de evolución espiritual, pero estamos en distintos niveles en nuestro aprendizaje, o sea de esa escala. Por ejemplo: Quien esté leyendo estas líneas, tiene suficiente evolución espiritual como para interesarse por esta lectura, y también para comprender el tema desarrollado. Pero a un niño de jardín de infantes, o de un colegio de enseñanza primaria, no se le puede dar conocimientos universitarios…! Desde el más perverso de los demonios, hasta el ser de luz más evolucionado, todos estamos en la misma escala de aprendizaje, aunque en niveles muy distintos. Cómo podríamos entonces recriminar a un inmoral sus perversiones, o a un delincuente sus delitos, con nuestra propia moralidad, muy superior a la de ellos…? Podríamos acaso recriminar a un niño sus primeros palotes y que no pueda escribir con excelente caligrafía…? O que apenas sepa la tabla del 2, y que no pueda resolver en cambio complejas ecuaciones matemáticas…? Debemos tener muy en claro que los demonios son, en esta analogía, como los estudiantes de los cursos inferiores, de jardín de infantes o de institutos primarios. Los seres humanos, somos estudiantes universitarios. De los cuales los más inmorales e ignorantes, están en el primer año de la universidad. Nosotros, el promedio, estamos cursando nuestro tercer o cuarto año de estudios universitarios. Los humanos más sabios de nuestra historia (Allan Kardec, el Mahatma Gandhi, o la Madre Teresa de Calcuta, solo por citar algunos), están ya en sus últimos estudios, previos a recibirse y obtener así su título universitario. Y los ángeles, seres de luz, maestros ascendidos, o como queramos llamarlos, son en esta analogía los profesionales recibidos, que ya no encarnan más, porque no tienen nada más que aprender en este plano físico. Y que, si vuelven a la universidad, va a ser ya como profesores para enseñar, y no como alumnos para aprender. Exactamente como el Cristo volvió a encarnar hace 2,000 años. No para aprender nada, sino para enseñarnos las nuevas Leyes del Amor Cristiano. No nos resulta fácil, pero para nuestra evolución espiritual, se nos exige que convivamos con los seres menos evolucionados, tratando siempre de mantener nuestro propio nivel evolutivo, y jamás bajando al nivel menos evolucionado de ellos. Para graficarlo con un ejemplo: Jamás nos comeriamos a un caníbal, porque eso nos convertiría en caníbales a nosotros mismos. Del mismo modo, no deberíamos agredir para defendernos de una agresión, delinquir para defendernos de un delincuente, ni asesinar para defendernos de un asesino. Es obvio que decirlo no es lo mismo que hacerlo, pero ese es el camino para nuestra evolución espiritual. Y vamos, en alguna vida futura, si no es en esta, a conseguirlo. Para que quede bien claro: En el hipotético caso de enfrentarnos a un asesino, es preferible perder nuestra propia vida, que matarlo. Y el mejor ejemplo de este concepto, es el que nos dio el Cristo. Los humanos más evolucionados han despreciado siempre y cada vez más los placeres terrenales y su único objeto de vida es perfeccionar su espiritualidad. Dentro de este grupo de los más evolucionados se encuentran los grandes santos de la historia. Y por dar sólo un ejemplo, vamos a citar a San Francisco de Asís, quien, en su búsqueda permanente por perfeccionar su evolución espiritual, rociaba su comida con cenizas, para no sentir el placer de comerla… Ese también es el motivo por el cual algunas religiones exigen a sus sacerdotes votos de celibato, o sea que no pueden casarse, y a sus monjas votos de castidad, o sea que no pueden tener sexo. Es el modo de limitar a esos sacerdotes el acceso a los placeres terrenales. A esto se suma en algunos monasterios y conventos, los votos de silencio, de pobreza, de obediencia, etc. Pero como dice el refrán italiano, “una cosa e morire e un’altra parlare di morire”. O sea que una cosa es prometer y otra muy distinta es cumplir. Por eso otras religiones directamente aceptan el matrimonio de sus sacerdotes, asumiendo que van a acceder y disfrutar de los placeres carnales conyugales. Todos nosotros, que no estamos todavía en un nivel de evolución como el del citado San Francisco de Asís, disfrutamos de los placeres terrenales y eso no está mal. Pero en la medida en que adquiramos sabiduría, vamos lentamente a virar nuestros intereses desde lo material hacia lo espiritual. Es un camino largo y que nos va a llevar muchas vidas sucesivas. Pero es el único camino posible para avanzar en la evolución espiritual. Vamos a analizar ahora esta evolución con ejemplos: A alguien que se alimenta sólo con comida chatarra, no se le puede pedir que disfrute de un elaborado plato de alta cocina. A quien escucha sólo música popular como el reggaetón o la cumbia, no se le puede pedir que disfrute de un concierto de música clásica. O a quien maneja sólo un vocabulario de 500 palabras, tampoco se le puede pedir que disfrute de buena literatura… Son simples ejemplos, pero conllevan la misma raíz: cultivarnos, o sea ganar sabiduría. Ese es el camino. Y el beneficio es inmediato: cada escalón que subamos en la larga escala de la sabiduría, vamos a disfrutar de placeres siempre un poco más sofisticados, más elaborados y sutiles. Y dejar entonces atrás aquellas cosas rudimentarias y primitivas que antes nos atraían y complacían.
"Una sola consulta va a significar para ti un
antes y un después en tu calidad de vida"
Ricardo Carrera